Me gustaría empezar primero haciendo la hipótesis de donde creo que nace esta “disputa”.
En primer lugar, es importante recordar que muchas profesiones, como artistas, diseñadores, fotógrafos, videógrafos e ilustradores, a menudo pasan por alto el hecho de que, en esencia, están ofreciendo un servicio. Un servicio nace para satisfacer una necesidad de quien lo paga.
Desde el Renacimiento, figuras como Da Vinci, Caravaggio y Miguel Ángel ejercían como artistas profesionales. La mayoría de sus obras fueron encargos de clientes, los cuales debían cumplir con criterios y expectativas específicas. Al final, quien decidía sobre el arte era quien lo pagaba.
Cuando nació el proyecto de la Capilla Sixtina, el Papa Julio no le dijo a Miguel Ángel: “Tú eres el artista, haz lo que quieras”. Más bien, fue la combinación de las habilidades artísticas de Miguel Ángel y el extenso conocimiento bíblico del Papa Julio lo que creó una de las obras más célebres del arte occidental. Algunos dicen que el trabajo fue de ambos.
Si Miguel Ángel pudo recibir retroalimentación y entender a su cliente, tú también puedes.
En el momento en que una persona está dispuesta a pagar por tu profesión para satisfacer una necesidad suya, el producto es de ambos. A menos que vendas arte ya terminado, lo que desarrolles será una combinación de su conocimiento con el tuyo.
Después de romper con las ilusiones mencionadas anteriormente, viene lo bueno.
Qué chingón es cuando empiezas un proyecto con esta mentalidad. Te quitas una gran barrera de “ego” donde se suponía que tú deberías saberlo todo, y se convierte en el comienzo de un gran descubrimiento. Si aceptas que no sabes nada, tu cerebro adopta un “modo receptor” donde toda la información es valiosa, estás dispuesto a escuchar cada aporte, no haces prejuicios y estás dispuesto a hacer nuevas conexiones neuronales para ver el problema desde diferentes ángulos.
La clave está en embarcarse en este viaje de descubrimiento junto a tu cliente. Trabajando en equipo, pueden explorar, documentar y definir los mejores y más viables caminos para el proyecto.
Qué ególatra sería de parte del artista decir que ya tiene la solución sin antes haber investigado y sin requerir conversaciones e intercambio de ideas con quien pagó y busca cubrir una necesidad que ÉL descubrió.
En fin, qué bonito es cuando ves a tu cliente como un compañero. El cliente ya te eligió a ti porque tiene evidencia de que sabes lo que haces. Explícale cómo lo vas a ayudar, llévalo de la mano en el proceso y estate dispuesto a empezar como si tuvieras cero conocimiento, esto te hará mucho más receptivo.
Posdata:
Para que esto funcione, tu cliente también tiene que ser buena persona, tener pasión por su proyecto y estar dispuesto a hacer las cosas bien. Si no es así, no permitas que sea tu cliente.
El cliente siempre DEBE tener la razón porque tú lo llevaste a encontrarla.
Por: Ernesto Valles Melhem