A veces, el diseño gráfico parece ser simple: elegir colores, tipografías, hacer moodboards, logos, etc. Cualquier persona pensaría que todas estas son decisiones fáciles de tomar. Creen que como diseñadores simplemente tenemos una solución y comenzamos a trabajar, como si fuera algo intuitivo. Aunque en algunas mágicas ocasiones sí lo es, normalmente necesitamos un punto de partida que nos ayude a encontrar esa respuesta. Ese punto de partida es un proceso fundamental que con frecuencia pasa desapercibido: la conceptualización.
Entonces, ¿qué es la conceptualización? La conceptualización se podría definir como el proceso de generar, desarrollar y definir una idea o concepto central que guiará la creación o el desarrollo de algo. Este proceso te ayuda a crear un marco de referencia que facilita la toma de decisiones a lo largo del proyecto, asegurando que todos los elementos sean coherentes y trabajen juntos para reforzar el mensaje que quieres transmitir.
Además de ser, en mi opinión, la parte más importante dentro del proceso de diseño, también es una de las más divertidas. Es un momento en el que como diseñador, tienes la oportunidad de tomar riesgos. Mientras más arriesgado sea tu pensamiento, más único, específico y atinado será tu concepto.
No existe una manera correcta de llegar a definir el concepto central de un proyecto, pero para empezar a conceptualizar necesitas conocer el proyecto. Es importante saber, por ejemplo: su objetivo, sus servicios, su historia, sus valores, su personalidad, su tono, su público objetivo, su posicionamiento y su competencia, entre otras cosas. Ya teniendo esta información, tienes de donde empezar a conceptualizar.
Cada diseñador define un concepto de diferente manera. Creo que es un proceso muy personal, y no existe una manera correcta de hacerlo. Si no tienes idea de cómo y por dónde empezar puedes realizar algunos ejercicios como hacer una lluvia de ideas, un mapa mental, buscar analogías, y hacer una lista de palabras o puntos clave. Estos ejercicios te ayudan a soltar tu mente y a que empiecen a fluir las ideas.
Un concepto puede ser tan complejo o sencillo como tú lo decidas. Ya que encuentres una idea con la que quieras trabajar, yo recomendaría ponerle un título o nombre. A mi, ponerle nombre a un concepto y escribir un texto descriptivo que lo acompañe, me sirve para poder explicarlo a los demás. También, puedes hacer un moodboard conceptual en donde la intención sea representar visualmente (no gráfica) el concepto. En este moodboard puedes incluir colores, texturas, imágenes, palabras clave, cualquier representación que te ayude a desarrollar tu visión.
Después de definir un concepto para tu proyecto, el resto del proceso se convierte en algo más sencillo. Ahora es más fácil crear un diseño efectivo, coherente y bien fundamentado, que no solo sea atractivo, sino también funcional y relevante. Sin un buen concepto, el diseño corre el riesgo de ser vacío o desconectado de su propósito. Así que, cuando empieces un proyecto de diseño, recuerda que, aunque no siempre sea percibido a simple vista, es el concepto el que transforma un diseño en algo más que una simple composición visual.